PARA MIS NIETOS, SUMERGIDOS EN EL MUNDO DE LA
TECNOLOGÍA, LAS AÑORANZAS QUE UN DÍA, COMO APOYO EN SUS ESTUDIOS PRIMARIOS,
CONTÉ A MIS NIETOS. ESPERO NO LO TOMEN COMO “LAS BATALLITAS DEL ABUELO”
Contaba yo apenas veintitantos años. Tenía recién terminada mi Licenciatura en
Derecho. Era mi primer trabajo, y en su desempeño precisaba visitar con cierta
frecuencia todos y cada uno de los pueblos de mi provincia y de ellos eran mis
favoritos, los situados en la parte meridional de Tenerife… y no precisamente
por su fácil acceso; antes al contrario: A ellos me llevaba una carretera
peligrosa estrecha, y con mil y una curvas, que en gran parte bordeaba agrestes
paisajes, áridos, silenciosos; con un silencio solo turbado por el correr de un
lagarto o la precipitada huida de un conejo ante la presencia de un guirre que
planeaba en el brillante e impoluto cielo azul.
Pero para mí, aquella paz, aquel silencio, sosegaba y alimentaba mi
entonces juvenil espíritu.
Aquel paisaje virgen, comparado con el bullicio del norte me
recordaba la Cenicienta y aquella carretera con sus peligrosas curvas
disuasorias, era algo así como la cruel Madrastra que la mantenía secuestrada y
alejada de sus hermanastras que vivían y se solazaban en el norte.
La Cenicienta sabía de la existencia de ese norte, de sus bellos
paisajes que el hombre cuidaba para un incipiente turismo, y del
verdor de sus plataneras.
En sus pequeños núcleos urbanos: “Los Cristianos”, “El Médano”, hasta
en la cada vez más pujante “Granadilla”, se hablaba de aquellas excelencias, en
gran parte propiciadas por la construcción de una autopista que había unido el
aeropuerto de Los Rodeos con aquel emporio.
El Sur no iba a ser menos, no hacía mucho y para salvar los
inconvenientes climáticos de Los Rodeos, se había inaugurado en el sur otro
aeropuerto El Reina Sofía y para hacerlo operativo hasta él se había prolongado
una amplia carretera de acceso.
Las voces del Sur clamaban porque esa incipiente autopista se prolongase
hasta toda la parte meridional de Tenerife y ¿Por qué no?, hasta que se uniese
con la autopista del Norte, conformando así el cierre del “Anillo
Insular”
Políticos que, para la parte romántica del sosiego de mi alma, eran
“afortunadamente ciegos” no veían rentable el cuantioso gasto que tan ambicioso
proyecto significaba: Era absurdo construir una autopista hasta unos parajes
pedregosos, desérticos, y sin ningún potencial turístico ¿?
La Madrastra suspiró aliviada… Pero un día el gobierno de
la isla recayó en un hombre del sur y él no estaba “Ciego” él sabía de sus
playas, de su clima… en fin, de todo el potencial que aquellos parajes tenían.
Su convencimiento y entusiasmo, contagió a las demás autoridades.
Corrían los años 1970 cuando el turismo había comenzado a despuntar como el
principal motor económico. La puesta en marcha de la Autopista del Sur, pese a
las dificultades económicas del momento, ya era imparable aunque sin duda no
fuera con las amplias perspectivas iniciales.
La Madrastra quedó relegada casi al olvido. Por las costas avanzaba
la nueva carretera. Era el príncipe que iba a liberar a la bella Cenicienta:
De mi juvenil corazón brotó un sentido ADIOS:
Árido
y reseco sur
De mil promesas dormidas,
Asombro de soledad,
Tristeza de
despedida.
Tuviste en la intimidad
Vagas nostalgias norteñas:
Verdores de
platanar
Sueño de mujer Isleña.
Adiós paisaje lunar…
Vigilias
atormentadas,
encantos de Cenicienta.
De tus tesoros la cuenta,
de contar llevo
perdida
Ya te hallaron Cenicienta
¡¡Que triste es la
despedida!!
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